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Bullying: cómo actuar frente al acoso escolar

Cuando elegimos una escuela para nuestros hijos, buscamos un lugar donde no sólo pueda desarrollarse intelectual y culturalmente, sino también un lugar donde pueda cultivar amistades que lo acompañen en su crecimiento. La escuela es el lugar donde -además de su hogar- pasará gran parte del día. Y lo esperable es que se sienta a gusto allí. Pero también sabemos que la escuela es un lugar donde se recrean las mismas problemáticas sociales que existen fuera de ella. Y la violencia, no es la excepción. Si bien hay quienes minimizan el tema diciendo que esto sucedió desde siempre y que es cosa de chicos, lo cierto es que se trata de una de las tantas formas de violencia a las que lamentablemente nos hemos ido acostumbrando con el correr de los años.

Está claro que el bullying no es un invento actual y que existió desde siempre, pero (afortunadamente) en los últimos años ha cobrado una gran visibilidad gracias a la apertura social para tratar temáticas como violencia, género, educación sexual, etc. Y para que un tema se visibilice, el primer paso es poder nombrarlo: dejó de llamarse “me tenían de punto” a “sufrí bullying o acoso escolar”. Así es como el “me tenían de punto” deja de ser una experiencia personal para pasar a ser algo que le pasa a otras personas también y que se puede describir e identificar porque tiene distintas etapas y actores que se repiten en todas las situaciones. Y esto es un gran avance. Hoy es posible identificar claramente cuando un niño está sufriendo este tipo de maltrato y hay formas de evitarlo.

Para que un tema se visibilice, el primer paso es poder nombrarlo: dejó de llamarse “me tenían de punto” a “sufrí bullying o acoso escolar”.

¿Qué es el acoso escolar?

Bullying es la palabra que en inglés hace referencia justamente al acoso, hostigamiento o intimidación sistemática por parte de uno o más alumnos hacia otro compañero. Se trata de una situación de abuso de poder entre pares.

Para que sea acoso escolar tiene que haber un niño maltratador, que es quien lleva adelante la situación de violencia. Esta conducta puede ser tanto física como verbal y puede afectar tanto al niño víctima como a sus pertenencias. Es decir que muchas veces el que es molestado es el niño, con cargadas, insultos, burlas, amenazas o formas de aislamiento para que otros niños no quieran jugar con él, o bien pueden ser sus objetos personales los que sean sustraídos, rotos o ridiculizados. También intervienen un colaborador que suele encubrir o ayudar al maltratador y finalmente un testigo no participante que si bien no se involucra activamente por miedo a convertirse él también en una víctima, funciona como alguien que desde su pasividad avala lo que está sucediendo.

Lo importante para detectar que un pequeño está sufriendo “bullying” es tener en cuenta que se trata de conductas que son reiteradas y no agresiones ocasionales. Y además que necesitan de un público ante quien agredir al acosado, convirtiéndolo por lo tanto en un fenómeno social.

Pautas de alerta

Algunas conductas pueden alertarte acerca de la posibilidad de que tu hijo esté sufriendo bullying:

  • Busca reiteradas excusas para no ir a la escuela.
  • Comienza a enfermarse con frecuencia.
  • Manifiesta dolores de cabeza o de estómago
  • Sale del colegio tristes ó irritables.
  • Vuelve con golpes o lastimaduras.
  • Pierde el apetito o por el contrario lo incrementan.
  • Comienza a traer incompletas sus tareas.
  • Se lo ve distraídos.
  • Su rendimiento en el colegio comienza a disminuir y muchas veces comprometen seriamente el año escolar.
  • No es invitado a los cumpleaños de sus compañeros, o si los invitan, ellos no quieren ir poniendo como excusa que se aburren.
  • Si invita a un compañero a jugar en su casa, en general es rechazado.
  • Cuando falta a clase, suele tener dificultades para que los compañeros le faciliten la tarea.
  • Comienza a perder sus útiles escolares o los traen rotos.

Tengamos en cuenta que cualquiera de estos síntomas puede presentarse en otras circunstancias y es por ello que para confirmar cuál es el problema, necesitamos que nuestro pequeño pueda confiar en nosotros. Este será el primer paso para detener este tipo de agresiones que deja secuelas tan importantes en la autoestima de los niños.

La actitud de los adultos frente a estas situaciones es clave. Esto involucra tanto a los padres de los niños participantes como a las autoridades y maestros de la escuela.

La respuesta está en los adultos

La actitud de los adultos frente a estas situaciones es clave. Esto involucra tanto a los padres de los niños participantes como a las autoridades y maestros de la escuela.

Desde la institución educativa es imprescindible un verdadero compromiso y la sensibilidad y disponibilidad para poder escuchar a los niños en su sufrimiento.

Pero hay que tener en cuenta que en general estas situaciones se desarrollan fuera de la presencia de los adultos y muchas veces se ven favorecidas por el uso de la tecnología. Es decir que no sólo ocurren en la escuela, sino que se continúan a través del envío de mensajes de WhatsApp o llamados anónimos.

Respuestas o pensamientos como “son cosas de chicos”, “tienen que arreglarse entre ellos”, “que se hagan hombres”, “devolvésela vos también” …, lejos de ayudar, dejan al niño en una situación total de desvalorización, porque su palabra y su sufrimiento no son tenidos en cuenta.

Los adultos tenemos que entender que la indiferencia solo genera las condiciones para que el “bullying” crezca. La forma de ayudar a desalentar estas conductas es que en la escuela y en el hogar los adultos mostremos abierto desagrado a estas formas de violencia.

Por otro lado, en casa podemos ayudar brindándoles la seguridad de poder contar sus problemas sin sentirse juzgados ni presionados. Así como también estar abiertos a preguntarse qué actitud asumiremos si es el propio hijo el maltratador.

Es importante que los chicos se sientan respetados y comprendidos en las cosas que les ocurren, que no las desestimemos y que no se las desvalorice por considerarlas problemas de niños.

Desde la institución educativa es imprescindible un verdadero compromiso y la sensibilidad y disponibilidad para poder escuchar a los niños en su sufrimiento.

Con el asesoramiento de Dra. Mariana Czapski – Psicóloga y Especialista en Psicología Clínica

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