El deseo de ser madre ¿mito o realidad?
A lo largo del tiempo se ha vinculado el “ser mujer” con la maternidad, como si ambas fueran un destino unívoco. En efecto, en tiempos pasados la maternidad era la condición de una mujer para adquirir valor como ser humano. De más está decir que hoy esto no es así. ¿Qué significa entonces “ser madre” en estos tiempos de cambios, de luchas y de conquistas femeninas, en donde la maternidad ha dejado de ser una obligación? Claramente ser madre ya no es la única forma que una mujer tiene para sentirse realizada.
Y lo cierto es que hoy, más que nunca, la pregunta gira en torno al deseo. ¿Por qué una mujer desea ser madre? Es sabido que no se trata de una respuesta instintiva, sino que el deseo materno va más allá, encierra algo más subjetivo. Sin duda es el que motoriza una de las decisiones más comprometidas, complejas pero también enriquecedoras de la vida. Con luces y sombras, aciertos y errores, satisfacciones y sufrimientos. Porque no existen maternidades ni madres perfectas, sino vínculos construidos en el amor.
Tener un hijo no es lo mismo que ser madre
Para convertirse en madre no alcanza con parir, sino que es necesario desear tener un hijo y hacerle sentir a ese hijo que es deseado. Obviamente no importa si el embarazo fue planificado o si te tomó por sorpresa: si luego de sobreponerte a la noticia, lográs esperarlo con deseo, comenzaste a transitar el camino de la maternidad. Pero no hay que confundir los términos: esperar con deseo no significa que todo sea “color de rosa”. Si algo caracteriza a la maternidad es estar plagada de sentimientos ambivalentes, de temores, de dudas, de momentos en los que vas a sentir que ser madre no era para vos, o tal vez te encuentres pensando que no era como lo habías imaginado. En fin, vas a descubrir que de ninguna manera se trata de un sentimiento puro e ideal, sino complejo, y en donde los conflictos están presentes. Es -ni más ni menos- un vínculo real, profundo y duradero.
Lo hermoso de este vínculo es que comienza a construirse ya cuando ese bebé va creciendo en tu vientre, mucho antes de que ambos se conozcan.
Tras los pasos del deseo materno
Para rastrear los orígenes de este deseo es necesario bucear en la historia de los vínculos entre madres e hijas.
Una niña es al mismo tiempo hija y una potencial madre. Y esa historia personal y particular que se fue construyendo ella y su mamá, a su vez atravesada por un contexto histórico determinado, será el terreno donde germinará o no el deseo materno.
La maternidad es tan maravillosa como compleja, porque además de inaugurar un nuevo rol en tu vida, te conecta con las vivencias tempranas de tu propio rol de hija, cuando eras una niña. Es como estar en los dos lados a la vez. Probablemente, estando embarazada, muchas veces imaginaste la crianza de tu bebé comparándola con la tuya, pensando qué cosas no querrías repetir y cuáles sí. Esas reflexiones ponen sobre la mesa toda tu historia infantil, con lo positivo y lo negativo de ella. Por un lado saca a la luz conflictos que quedaron sin resolver con la propia madre; por otro muchas veces logra sanar vínculos desde un acercamiento amoroso, en donde el nuevo rol materno permite comprender o perdonar a la propia madre.
Todo este bagaje propio de la historia infantil es lo que se juega a la hora de desear tener un hijo, o no.
El modelo parental es -sin lugar a dudas- desde donde se parte a la hora de convertirse en madre. Y es importante que -teniendo en cuenta tu historia- puedas construir un modelo flexible y que tenga en cuenta las necesidades de tus hijos y el tipo de vínculo que querés tener con ellos.
Cuando surge el deseo
Cuando el deseo de ser mamá aparece, no hay nada que pueda frenarlo. Y si bien en cada mujer puede expresar diferentes necesidades e historias, en general subyace la idea de que un hijo representa un vínculo de amor incondicional para toda la vida.
Los seres humanos somos capaces de sentimientos muy profundos y duraderos, y el amor por los hijos es tal vez la mayor prueba de esto. Se trata de un vínculo que para construirse necesita de algunos condimentos esenciales: en primer lugar el deseo de ser madre; el amor que se requiere para hacerse cargo de una vida, protegerla y cuidarla; y la disposición emocional para brindarse, adaptarse, captar y sintonizar con las necesidades del bebé. Luego se agregan grandes dosis de organización y también de apoyo familiar. Eso sí, es fundamental no exagerar con las idealizaciones ni con las exigencias de perfeccionismo, ya que ambos condimentos puede cambiar el sabor final de esta gran receta. Y ahora queda que le agregues tu condimento secreto, “ese toque familiar” que la convertirá en única.
Historias y vivencias que nos anteceden y un futuro por delante para construir. Saber de dónde venimos y quiénes somos, te permitirá contar con mayores recursos a la hora de escribir esta nueva historia.
Asesoró: Dra. Mariana Czapski, Psicóloga y Especialista en Psicología Clínica
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