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¿Por qué lloran los bebés?

Es sabido que los bebés lloran porque es su forma de comunicarse, pero lo cierto es que es una situación que sufren los flamantes padres. Muchas veces se sienten frustrados porque no logran entender qué le pasa al bebé, o si le está ocurriendo algo malo, y no saben cómo calmarlo. Conocer qué hay detrás de ese llanto puede ayudar a tranquilizar, a comprender la causa, y poder así darle un consuelo más afectivo.

El llanto como mensaje

Mientras está dentro del útero, el bebé tiene todas sus necesidades plenamente satisfechas: todo es placer y bienestar, y no conoce el sufrimiento, la carencia o los riesgos potenciales. Pero desde que nace, su realidad cambia bruscamente, sin tiempo de adaptarse a la nueva situación. Comienza a sentir hambre y dolor, ve y escucha distinto, no se reconoce protegido ni sujetado. Su cuerpo funciona de modo diferente y no lo comprende. Ante ese escenario desfavorable, cualquiera de nosotros (adultos con recursos emocionales) tendría una mezcla de angustia y miedo, pero los bebés reaccionan con su única herramienta disponible: el llanto. Por lo tanto, lo primero que tenemos que hacer los padres cuando un bebé llora es comprenderlo, y ponernos en su lugar desde el amor y no desde el enojo.

En los primeros 3 meses de vida se plantea el mayor desafío: los niños buscan “decir” lo que les pasa, y los padres “tratan” de descifrar ese precario mensaje.
Alrededor de los 6 meses el bebé irá demostrando sus deseos y necesidades a través del lenguaje corporal (con su mirada, gestos, sonidos, expresiones faciales, señalando). Meses más tarde llegará el lenguaje verbal, para así expresarse y poder ser entendido. Y entonces usará el llanto sólo para demandas puntuales.

Las causas del llanto

Los motivos por los que un bebé llora en los 3 primeros meses de vida son múltiples. Puede llorar porque su umbral sensorial sea muy bajo; tiene poca tolerancia a los estímulos externos o internos, y son interpretados como agresivos (la luz, el ruido, la temperatura, etc). Hay niños que lloran sin una causa aparente: son los llamados “bebés difíciles”, sumamente sensibles a cualquier situación.

Las causas ambientales también pueden motivar el llanto: un entorno con mucho ruido, que le habla y estimula permanentemente, o que está demasiado frío o caluroso, puede generarle incomodidad.

También puede deberse a cuestiones “fisiológicas” o normales, nuevas para un recién nacido: sentir hambre, frío, el eructo, la defecación, etc. El bebé las padece, y llora para “protestar” y “pedir socorro” porque se asusta ante ellas. Un bebé es un ser emocional, que sufre estrés por todas esas vivencias que lo desafían y que debe enfrentar, y muchas veces (al igual que en los adultos) el llanto es una manera de desahogarse y descargar tensiones.

Finalmente, los problemas de salud que pueden generar incomodidad o dolor: los cólicos intestinales, los gases (a los que en ocasiones se le da más importancia de la que realmente tienen), el reflujo, entre otras causas.

¿Sabías que el sonido de un secador de pelo o de un lavarropa también pueden generarle una sensación placentera? Es el llamado “ruido blanco”.

Formas de consuelo

Si bien hay distintas estrategias que pueden ponerse en práctica a la hora de atenuar el llanto de un bebé, hay una que nunca debe adoptarse: la de dejarlo llorar. Un niño que sufre nunca debe ser abandonado a su suerte: tiene derecho y necesidad de compañía y apoyo. Dejarlo llorar sólo logrará aumentar su nivel de angustia y -ante una circunstancia desfavorable- llorará cada vez más fuerte, procurando llamar la atención para que acudamos en su ayuda. Si es atendido rápido, se sentirá resguardado y satisfecho, y ante una situación similar no se alterará de modo desmedido, ya que sabe que estaremos allí para asistirlo.

Un detalle nada menor es la estabilidad emocional del cuidador: si pretendemos dar consuelo desde la bronca o desde un estado de ánimo perturbado, seguramente agravemos la situación. La ansiedad y el nerviosismo se transmiten, y el bebé los percibe: si busca en los padres la tranquilidad y no la encuentra, no se calmará.

Por eso es necesario que los padres tengan un descanso reparador (aunque deban turnarse para dormir), y también que tengan la posibilidad de salir de su casa por un momento para un necesario “oxígeno mental”: pedir ayuda a otros para el cuidado es importante, saludable y necesario.

Las posibles causas del llanto

  • Tiene hambre: si tiene, se lo prenderá al pecho; a veces los horarios alimentarios no son tan estrictos o la demanda puede ser mayor.
  • El pañal está sucio.
  • Tiene sueño: a veces los bebés quieren dormir pero les resulta difícil conciliar el sueño.
  • Quiere compañía.

¿Cómo calmarlo?

La idea es imitar las condiciones de vida intrauterina, su momento de mayor goce y paz:

  • Levantarlo y cargarlo, con un balanceo que le recuerda cómo se mecía dentro del vientre materno.
  • Abrazarlo y ponerlo pegado al pecho, para que perciba el calor y la protección de un sostén firme.
  • Darle un baño, para así retornar a su natural “medio acuático”.
  • Cantarle una melodía, pronunciar palabras con un tono suave, o hacer un ruido rítmico, como escuchaba “bajo el agua”.
  • Hacerle masajes. El tacto es el sentido más desarrollado en el bebé. Recorrer su piel suavemente con las manos untadas en aceite (a modo de caricias), le produce una relajación y bienestar que puede atenuar otras molestias. Desnudar al bebé en un ambiente cálido y cómodo ya es de por sí un goce.
  • Por medio de la succión. Para los bebés, la boca es un órgano que genera placer. Además, succionar implica un ejercicio, una descarga física, y una manera de aliviar tensiones. Por lo tanto, es común que el bebé busque el pecho no sólo para comer, sino también como un recurso emocional. Pensar que la demanda repetida sólo es por hambre es un error, y darle el pecho “a cada rato” podría ser contraproducente, ya que exige un trabajo digestivo que puede llevar a más gases y cólicos, empeorando el problema. De ahí el concepto de “succión no nutricia”: permite al bebé tener los beneficios de esta actividad sin sobrecargar su intestino. El bebé puede succionar su dedo o un chupete, y así calmarse.

¡Señales de alerta!

Si se trata de un llanto inconsolable (que no se modifica con las estrategias mencionadas), que está presente día y noche (es normal que tenga un ritmo, siendo más frecuente hacia la tarde-noche), que se acompaña de algún síntoma puntual (rechazo al alimento, decaimiento, palidez, dificultad respiratoria, etc.), es motivo de consulta pediátrica para descartar alguna enfermedad que requiera tratamiento médico.

 
Con el asesoramiento de Dr. Mario Polacov – Médico Pediatra
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