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Cómo sobrellevar las contracciones

Las contracciones uterinas son un fenómeno biológico necesario para que se produzca la expulsión del bebé. En cada contracción, el útero “va empujando” un poco más al feto hacia el canal de parto. Sin embargo, no hay que engañarse, son útiles pero también suelen ser dolorosas.

¿Podré hacerlo bien?

Una de las preocupaciones de las futuras mamás primerizas es si serán capaces de hacer “lo que se debe” durante el parto, y si lo harán bien. En pocas palabras: si serán capaces de parir.

El objetivo del curso de psicoprofilaxis para el parto es reafirmar su naturaleza y brindarles mayor seguridad, para que lleguen a ese momento lo más preparadas posible. Es mediante algunas técnicas de respiración como se logra la relajación necesaria para poder enfrentar mejor las contracciones.

Las técnicas de respiración y relajación pueden empezar a incorporarse durante el embarazo, para aplicarse desde que se inicia el trabajo de parto hasta el pujo final.

La respiración profunda luego de una contracción favorece la circulación general de la madre y al mismo tiempo la circulación intraútero.

La respiración

Todos respiramos en forma involuntaria, es decir, sin ser conscientes de ello. Pero la respiración recomendada para transitar el trabajo de parto y el parto propiamente dicho no es igual. Hay dos técnicas diferentes, que se ponen en práctica en distintos momentos. Entre contracción y contracción la respiración abdominal o diafragmática, aconsejable entre contracción y contracción, y la respiración alta, adecuada durante la contracción.

Respiración abdominal o diafragmática: es la que se aconseja entre una contracción y la siguiente. Se trata de una respiración profunda, lenta y pausada que -si bien es más amplia que la que realizamos habitualmente- no debe ser forzada sino, por el contrario, placentera. La técnica consiste en llevar el aire hacia el abdomen, inspirando lenta y profundamente por la nariz, y exhalando en forma natural por la nariz o por la boca (como resulte más cómodo). Para comprobar si se está realizando correctamente, basta con colocar las manos sobre el vientre y observar si hay movimiento abdominal: al inspirar la panza tiene que elevarse (como si se inflara), y al exhalar, desinflarse. Esta técnica permite concentrarse en la respiración, lo que favorece una mejor relajación, descanso y recuperación de la contracción.

Respiración alta o torácica: Es la que se recomienda en el momento de la contracción. Tiempo atrás se aconsejaba a las parturientas que durante la contracción practicaran una respiración tipo jadeo: alta, corta y muy frecuente. En la actualidad no se recomienda porque es muy cansadora e incómoda. Además puede provocar hiperventilación y, por ende, mareos. La respiración debe ayudar, pero no incomodar. Lo ideal es mantener una respiración alta, breve, con una frecuencia sostenida pero algo más lenta que el jadeo.
Sin esfuerzo, de manera natural, se inhala por la nariz y se lleva el aire a la parte alta del pecho. Colocando las manos en el pecho o en la cavidad del tórax, es posible notar el movimiento al inhalar y al exhalar.

Beneficio por partida doble

Los beneficios de la respiración no son solo para la mamá sino también para el bebé. Durante la contracción, hay una disminución del flujo de sangre oxigenada que llega al bebé, a través de la placenta y del cordón umbilical. Practicar la respiración profunda una vez que la contracción cesa y mantenerla hasta la próxima favorece la circulación general de la madre y la circulación intraútero. Podría decirse que cuando la mamá respira, también lo hace el bebé, y puede oxigenarse.

La respiración profunda permite, además, una mayor movilidad fetal. Cuando el útero se contrae, el bebé queda muy oprimido. La respiración posterior a la contracción aporta oxígeno y relaja las paredes uterinas. De esta manera, el bebé tiene más espacio para volver a acomodarse.

La ejercitación tiene como objetivo incorporar las técnicas a modo de reflejo, para que cuando comience el trabajo de parto puedas realizarlas naturalmente.

¡Me duele!

La primera reacción del ser humano frente al dolor es “cerrarse”. En efecto, ante un dolor repentino -como el de las contracciones de parto-, la respuesta instintiva es cerrar los ojos con fuerza, tensionar el cuerpo y contener la respiración. También es común tensionar la boca y apretar los dientes.

Y esto es exactamente lo que no hay que hacer durante la contracción: nunca cerrarse. Lo que debemos hacer es aflojar y relajar los músculos, porque lo que se debe lograr es la apertura y entrega del cuerpo.

La consigna es concentrarse, y poner la atención en sostener el ritmo respiratorio, para transitar la contracción con menor dolor. Contener la respiración solo aumenta la tensión e intensifica las molestias.

Pero además de facilitar la relajación y mejorar la oxigenación, la respiración ayuda a distender el piso de la pelvis: afloja los músculos del periné y permite al bebé avanzar a través del canal de parto.

Camino, me acuesto, ¿qué hago?

Las contracciones también provocan dolor en la región lumbar. Una manera de calmar estas molestias es buscando posturas que ayuden a distender la zona. Lo ideal es tratar de mantenerse en movimiento, ya que las posiciones pasivas o estáticas no proporcionan alivio sino todo lo contrario.

Un suave masaje puede resultar igualmente útil: pedile a tu pareja que deslice suavemente la palma de la mano, plana y abierta, sobre la zona lumbar, o que realice movimientos circulares, o bien que presione y deslice la mano, pero sin hundir los dedos. El masaje puede practicarse antes o después de la contracción.

Tratar de mantenerse en movimiento ayuda a calmar el dolor de la zona lumbar. Las posiciones pasivas o estáticas no proporcionan alivio sino todo lo contrario.

Posiciones que calman

Las siguientes posiciones ayudan a calmar las molestias de la región lumbar. Cuando percibís que la contracción se avecina:

  • Sentate en una silla pero al revés, con las piernas abiertas como si estuvieras a caballito, apoyá los brazos sobre el respaldo, y curvá y relajá la espalda.
  • Parada, destrabá las rodillas pero sin llegar a flexionar las piernas por completo, buscá un apoyo al frente (por ej. apoyate en los hombros de tu pareja y rodeá su cuello con tus brazos, o bien sostenerte de un mueble), tratá de adelantar la pelvis y relajá la cintura. El objetivo es liberar la región lumbar de toda tensión.
  • Parada, con las piernas semiflexionadas, apoyá la espalda sobre la pared intentando aplanarla completamente, para lograr el descanso de la zona lumbar.

Estas posiciones no solo liberan la tensión lumbar sino que ayudan a distribuir el peso del útero dentro de la cavidad de la pelvis, y facilitan el trabajo al bebé, que está intentando rotar y descender. Y como si fuera poco, benefician también la dilatación.
Después de la contracción, es aconsejable cambiar la postura.

Pensamientos positivos

Que son molestas, es verdad. Pero también es cierto que cada contracción colabora para que a tu bebé le falte un poquito menos para nacer. Por eso, trata de vivirlas positivamente. Ese dolor ayuda a que tu hijo esté más cerca de la meta final.

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