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Mastitis: una dolorosa complicación de la lactancia

La mastitis es una inflamación infecciosa que puede afectar a alguno de los pechos durante la lactancia. Y cuando ocurre, no pasa desapercibida: los síntomas característicos son inflamación, dolor muy intenso, sensación de calor y enrojecimiento en la mama afectada, y en ciertos casos, supuración de pus. Estas manifestaciones pueden acompañarse de malestar general, fiebre alta y a veces cefaleas y náuseas. 

Si bien puede producirse en cualquier etapa de la lactancia, es más frecuente durante los primeros meses, y aunque puede repetirse, es muy raro que comprometa los dos pechos al mismo tiempo.

¿Las causas? El ingreso de una bacteria a través de una grieta mal curada o una fisura en el pezón, o bien el taponamiento reiterado de los conductos debido a la producción excesiva de leche o al incompleto vaciado de las mamas. 

Qué hacer

La primera medida es consultar al médico lo antes posible: la mastitis es una infección y por lo tanto requiere de un antibiótico. Una vez que empieces a tomarlo, no debés suspenderlo aunque los síntomas hayan desaparecido y te sientas mejor. La única manera de alcanzar la cura definitiva y de prevenir la repetición de los episodios es completar todo el tratamiento antibiótico. Si tenés fiebre, tu médico también te indicará un antitérmico adecuado para la etapa de lactancia. 

¿Hay que suspender la lactancia?

Por lo general no, pero la palabra final la tendrá el médico. En principio, habrá que ver si el antibiótico indicado es compatible con la lactancia, y si el pecho segrega pus (para comprobarlo, colocá un pedacito de algodón sobre el pezón y comprimí apenas la mama: si el líquido que sale es amarillo, es pus). 

La mastitis es muy dolorosa, es cierto. Sin embargo, si el pezón afectado no supura es aconsejable que se lo ofrezcas a tu bebé con frecuencia, para que la leche siga fluyendo y los conductos no se obstruyan. Eso ayudará a aliviar la molestia. 

Antes de amamantarlo, aplicá paños calientes o date una ducha caliente para ayudar a descomprimir y “ablandar” la mama, de manera que tu bebé pueda prenderse mejor. Cuando termines o entre toma y toma, colocate compresas frías: ayudarán a desinflamar y a bajar la temperatura de la zona.

La clave es lograr un buen drenaje de los conductos, y para esto, nada mejor que rotar entre las diferentes posiciones para dar el pecho. 

En cambio, si sale pus del pecho afectado, deberás interrumpir las tomas y extraer la leche, pero podés seguir alimentando a tu hijo con la otra mama. 

Y por supuesto, tendrás que descansar y hacer reposo para recobrar por completo tu salud. 

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