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Tipos de mamá: ¿con cuál te identificas?

Las hay primerizas, sobreprotectoras, exigentes, ansiosas, hiperocupadas, permisivas, autoritarias… ¿Con qué tipo de mamá te identificas?

El modo en que asumimos el rol maternal depende de los rasgos de nuestra personalidad y de las vivencias infantiles. ¿Y cómo se construye la personalidad? Por medio de identificaciones, es decir, incorporando aspectos o atributos de otros individuos. Eso significa que todas las personas con las que entablamos vínculos significativos van a dejar una huella que pasará a formar parte de nuestro “yo”. Todas estas identificaciones van moldeando el carácter y definiendo una particular manera de relacionarse con el mundo, y también irán delineando un modo peculiar de “ser mamá”.

Lo mismo sucede con las vivencias infantiles, con el lugar que se ocupa en la familia y con la relación con la madre y con el padre: todo eso dejará su impronta y contribuirá a forjar un estilo propio de abordar la maternidad.

En otras palabras, cada mujer vive y construye su rol materno de un modo personal. Por lo tanto, el lazo que se establece con los hijos es especial y varía de una madre a otra. Sin embargo, más allá de estas singularidades que nos diferencian, hay características que nos permiten identificarnos con estilos compartidos. Conocerlos te ayudará a descubrir cuál es el tuyo.

Mamá primeriza 

Para ella todo es nuevo. Es su primera experiencia, y le espera un largo camino en el que irá definiendo su propio estilo. Su inexperiencia hará que muchas veces se preocupe por situaciones banales. Por lo general se trata de una mamá muy motivada, dispuesta a leer y a averiguar todo lo que se refiere al bebé. Al escuchar opiniones diferentes, muchas veces puede dudar entre lo que está bien y lo que está mal, o entre hacer lo que le dicen su madre o su suegra y lo que ella considera correcto. Sugerencia: confía en tu instinto. Está bien escuchar los consejos, pero asumiendo siempre la responsabilidad de tu propio rol.

Mamá permisiva

Este tipo de mamá no es muy amiga de los límites. La casa no suele ser un lugar tranquilo y mucho menos ordenado. Pareciera ser muy tolerante, pero esa actitud esconde su dificultad para poner límites: antes de que su hijo se fastidie, prefiere incomodarse ella. Es así como el pequeño terremoto da vuelta la casa mientras su mamá lo mira “sin que se le mueva un pelo”. Siempre tiene una justificación para la conducta de su hijo, y pareciera olvidar que los límites también son un acto de amor.

Si ese es tu perfil, debes saber que tu hijo necesita que lo guíes y le señales lo que está bien y lo que está mal. Aunque se enoje o llore, decirle algunos “no” será el mejor legado que podés dejarle para su vida.

Aunque tu hijo llore o se enoje, decirle algunos “no” será el mejor legado que podés dejarle para su vida.

Mamá autoritaria

Es el polo opuesto de la madre permisiva: no deja “pasar una”. Se jacta de imponer respeto solo con la mirada. Trata de tener todo bajo control, y suele volverse un poco inflexible. El problema es que los niños necesitan de un entorno que pueda interpretar sus necesidades, y la mamá que no tiene esa capacidad tiende a apelar a la obediencia más que a la comprensión. ¿Consecuencia? Pierde la oportunidad de reflexionar junto a su hijo, y de inculcarle las pautas por convicción en lugar de por temor.

Lo cierto es que para lograr que los chicos colaboren, muchas veces se necesita ser creativo, proponer opciones, estimular el diálogo, y explicar las razones por las que se les piden las cosas. Ninguna de estas conductas te quitará autoridad sino todo lo contrario: serás una mamá con autoridad en lugar de una mamá autoritaria.

Mamá sobreprotectora

Siempre se anticipa a las necesidades de su hijo. Casi no le da tiempo a que pida algo, que ya lo está resolviendo. Quiere que no le falte nada y prefiere que le sobre de todo (abrigo, alimento, juguetes, etc.). Sus principales preocupaciones son que no sufra, que no se frustre. Para proteger a su hijo, muchas veces le impide hacer por sí mismo: teme que se lastime, que le pase algo, que se enferme. Cuidado: los chicos necesitan protección pero también precisan hacer sus propias experiencias. Contar con esa posibilidad favorece el desarrollo de conductas de autonomía que lo ayudarán a distinguir las situaciones de riesgo de las que no lo son. Consejo: tomar las debidas precauciones de cuidado, pero alentándolo para que sea protagonista de su propia vida. 

Madre-hija

El rol maternal le cuesta mucho a este tipo de mamá. Siente que no tiene suficiente madurez para tomar decisiones y criar a un niño, y suele centrarse más en sus propias necesidades que en las de su pequeño. Los hijos de estas mamás tienden a ser muy independientes, y ya desde chiquitos deciden sobre cuestiones que debería manejar su madre. Esto -que a simple vista parece “tan bueno”- representa un esfuerzo de adaptación que puede dejar secuelas a largo plazo.

Si este es el caso, es primordial que reflexiones acerca de las necesidades de tu hijo. Hay etapas donde tu rol es de vital importancia para su desarrollo. 

Mamá relajada

Súper relajada, no se preocupa por nada. En ocasiones, ni siquiera se ocupa como debería de cuestiones relacionadas con su hijo. La clave es encontrar el equilibrio, porque está muy bien relajarse en algunas cosas, por ejemplo si el cuarto está desordenado o si el nene se ensució jugando, pero hay situaciones vinculadas con el cuidado, la seguridad y la salud que son prioritarias e impostergables.

Mamá y trabajadora

Una inmensa mayoría de mamás hoy en día. En ocasiones su trabajo le exige pasar muchas horas fuera de casa, o incluso viajar y permanecer lejos del hogar por varios días. No le queda otra opción que delegar en otra persona el cuidado diario de su hijo (cocinar, darle de comer, bañarlo), y eso puede provocarle cierta culpa, porque siente que no se ocupa de su pequeño “como debería”. No te angusties: no solo importa la cantidad de tiempo que pasás con tu hijo sino la calidad de los ratos que comparten. Después de una jornada intensa, es comprensible que llegues con pocas energías. Sin embargo, el esfuerzo vale la pena: dedica al menos 20 minutos para jugar y disfrutarse mutuamente. Que ese ratito sea suyo, solamente suyo. 

Trabajar no significa que no te ocupes de tu hijo, así que nada de culpas. Todos los niños precisan compartir tiempo con sus padres, pero lo que más necesitan es que esos espacios sean plenos. Porque lo cierto es que cantidad y calidad solo se complementan correctamente cuando se dan dentro de un marco de equilibrio.

Aunque estés cansada, cuando vuelvas del trabajo dedica al menos 20 minutos a jugar con tu hijo. Procura que ese ratito sea suyo. Solamente suyo.

Asesoró: Dra. Mariana Czapski, Psicóloga y Especialista en psicología clínica

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